martes, 30 de octubre de 2012

RADIO ESTACIÓN SUR 91.7

Vooooolvimos y fuimos millones!

Hoy en Clase Turista con los clásicos internacionales nos volvimos más latinoamericanos que nunca.

Hubo fiesta latinoameriana y repasamos, de paso, estos tres grandes!

El "Puma"

El "Negro"

La "Negra"

El martes que viene sigue los clásicos de mi mano. Todo por Radio Estacion Sur

domingo, 21 de octubre de 2012

LOS MALNACIDOS


Mente Criminal
INSTINTO ASESINO
Cesare Lombroso, fundador de la escuela italiana de criminología positivista, argumentó que una mente criminal es heredada y puede identificarse por los rasgos físicos.

—¿Qué es? —preguntó la mujer que acababa de dar a luz. 

—Es un asesino —le respondió el doctor tomando al recién nacido de los pies y cabeza abajo.

A partir de 1876 y con la publicación del “Tratado Antropológico Experimental del Hombre Delincuente”, Cesare Lombroso estableció una tipología que fundamentó las causas de la criminalidad a partir de una serie de anomalías físicas y mentales. “El criminal nace con diferencias del sujeto normal”, esa fue una de las frases que utilizó el médico y criminólogo italiano para justificar su teoría. 

En sus escritos afirmó que algunos criminales representaron un retroceso a etapas pasadas y más primitivas de la evolución del ser humano. ”El hombre delincuente” es algo así como el eslabón perdido en la evolución de la especie: el simio se transformó en hombre, pero queda un pequeño espacio en dónde éste no llegó a evolucionar adecuadamente, por lo que se quedó en una etapa intermedia entre el simio y el hombre. La conclusión es que no es un hombre común por sus rasgos morfológicos y psíquicos, constituyendo a un tipo especial. 


Clasificación de los delincuentes: 

Para Lombroso, existieron distintos tipos de delincuentes que se dividieron en seis categorías: Nato (atavismo), loco moral (morbo), epiléptico (epilepsia), loco (pazzo), ocasional y pasional. 

1. El delincuente nato era el que gira sobre la idea de estigmas de origen atávico (hereditario) o degenerativo. Se basó en que la constitución biológica de ciertas personas les lleva inexorablemente a la delincuencia. Presentaba rasgos como ser: protuberancia en la frente, pómulos y mentón saliente, labios partidos y algunas veces microcefalia. Era imputable. 

2. El delincuente loco moral era indiferente afectivo y, cuando entraban en confrontación con la ley, se transformaban en odio, venganza, ferocidad y en la convicción de tener derecho a hacer el mal. Impedía o perturbaba la normal valoración de la conducta desde el punto de vista moral. Se los destacó por su corpulencia física, astucia, precocidad sexual, perversión afectiva y su inteligencia natural intacta. Es imputable. 

3. El delincuente epiléptico sufría de epilepsia y cometía, a causa de esta enfermedad, un delito. Era violento y agresivo, pero cuando cometían delitos graves, no experimentaban ningún tipo de remordimiento. Es inimputable. 

4. El delincuente loco era aquel en que el delito era una manifestación de una anomalía mental, de su individualidad psíquica anormal. Se dividía entre mattoide (alineado), alcohólico e histérico. El primero se refiería a una “casi” locura; el segundo a la utilización del alcohol como excitante que paralizaba los sentimientos más nobles y transformaban al cerebro más sano; y la tercera pertenecía a un carácter muy cambiante, lo que los hace iracundos y crueles, con una gran tendencia a mentir. 

5. El delincuente ocasional era el que cae en la infracción por razones insignificantes. Eran poco o nada peligrosos y generalmente estaban exentos de defectos psicológicos, pero eran susceptibles a convertirse en habituales. Tenía tres divisiones dependiendo del acto realizado: pseudo-criminal, donde las circunstancias hacían que cometa el delito; criminaliodes, persona que estaba comenzando a delinquir por sugestión del ambiente; y habituales, los que llegaban a constituir un tipo permanente de personalidad criminal. Son imputables. 

6. El delincuente pasional era el que el delito prorrumpe tempestuosamente en el psíquico, anulaba la voluntad e impedía la sana y normal recepción de los acontecimientos. Para saber si podían ser imputables o inimputables se requería de un atento análisis psicológico. 

Si bien sus teorías gozaron de influencias, fueron perdiendo énfasis a medida que las teorías de las influencias ambientales reemplazaron las hipótesis de las causas hereditarias o congénitas de la criminalidad. 


La ciencia del crimen: 

La crudeza que se observó en las teorías pudo deberse a la tendencia positivista a despojar del discurso científico de toda otra consideración aparte de la mera descripción de la realidad, eludiendo los juicios morales o sentimentales. 

El positivismo como corriente filosófica afirmó que el único conocimiento auténtico es el científico; a partir del 15 de abril de 1876 se fundó, de la mano de Lombroso, la escuela positivista italiana. Se tomó esa fecha como oficial por la publicación del “tratado antropológico experimental del hombre delicuente”. El autor cambió el enfoque del delito como ente jurídico para dirigirlo hacia el delincuente como hecho observable. Colocó al malhechor como fenómeno patológico, respecto del cual sostiene la existencia de una predisposición anatómica para delinquir, por lo que afirmó la existencia de un delincuente nato. 

Originalmente, Lombroso no buscaba una teoría crimino-genética, sino un criterio diferencial entre el enfermo mental y el delincuente. Pero, a partir del estudio de un famoso delincuente de su época, se topó con el descubrimiento de que su cráneo presentó ciertas anormalidades que fueron comunes entre otros malhechores. Todo esto principió a elaborar lo que él llamaría “Antropología Criminal”, donde se desarrolló la criminología. 

Dentro de la escuela positivista, se pudo distinguir las tres tendencias que correspondían a cada uno de sus máximos exponentes. Así, Cesar Lombroso en la «Fase Antropológica», Enrico Ferri (político y estudiante de Lombroso que, a diferencia de éste, investigó los factores sociales y económicos que motivaban a los delincuentes) en la Sociología y, como el primero de todos no fue un jurista, Raffaele Garófalo completó el trío positivista y fue quién le dio trascendencia jurídica a las teorías. 

Aunque la participación que Ferri tuvo en la política italiana ayudó a la consolidación de las conjeturas, Garófalo acuñó el término «criminología» a partir de su obra "Criminología: estudio sobre el delito, sobre sus causas y la teoría de la represión" en 1885. Para éste último, los criminales poseían una anomalía moral y psíquica, una especie de «lesión ética» (también referida por Ferri) que sería la responsable de la práctica de actos delictivos. Su gran preocupación fue la aplicación de la teoría a la práctica, tanto en el aspecto legislativo como en el judicial. Así, hizo el primer esquema de las penas de acuerdo a la clasificación del delincuente y no al delito. 

Igualmente, por las faltas de pruebas contundentes como una ciencia viable en la explicación de los delitos, este tipo de criminología quedó descartada desde los finales de los 90´s.




***Epígrafes: 

-Dibujo sobre Cesare Lombroso, de la “revista americana de las revisiones” (1909). 

-Figuras del libro “el hombre delincuente” en que se representan la fisonomía típica de un ladrón. 

-Retrato de Enrico Ferri 

-Retraro de Raffaele Garófalo

sábado, 20 de octubre de 2012

UN METRO Y MEDIO DE MALDAD


Asesinos múltiples
LE ENTRA POR UNA OREJA Y LE SALE POR LA OTRA
Cayetano Santos Godines, más conocido como el petiso orejudo, desde la infancia fue un hombre con instinto asesino que pasó a la historia criminal argentina.


“Esta es la historia 
de un asesino porteño.

Tenía 19 años y parecía 10 
Lo llamaban el petiso orejudo 
Creía que hacía el bien, 
mataba a los niños sin mirar a quién.

Pobre petiso orejudo... 
quiso crecer y no pudo 
Pobre petiso orejudo... 
¡quiso crecer y no pudo!” 

Patricio Rey y sus redonditos de ricota 

En 1904, a los siete años, empezó con su primera travesura. Tomó de la mano a un niño de 21 meses y lo llevó a un baldío en la calle Estados Unidos, allí lo golpeó y lo arrojó sobre espinas. El vigilante de la esquina se llevó al agresor a la comisaría y salvó al pequeño Miguel de Paoli. Cuando el padre lo fue a buscar todo quedó como “una pelea de chicos”. 

Cayetano Santos Godino concurrió a varias escuelas entre los cinco y diez años, pero fue expulsado de todas. Casi nunca asistió al colegio y se pasó vagando por las calles. No supo leer ni escribir, tan solo su firma y conoció los números hasta 100. Poseyó una suma de conocimientos muy generales y sus estados de conciencia contuvieron normalmente, todos los elementos menos uno, fundamental que le desequilibra, el afectivo, que es algo así como el timón de la conducta. 

Escuálido, cabezón y medio tonto, le crecieron unos brazos desmesurados con los que se podía subir los calcetines sin doblar la espalda. Su par de grandes orejas de murciélago hicieron que los paisanos del Parque Patricios lo llamasen “El Petiso Orejudo”.

El juez de instrucción, encargado de los asesinatos del petiso orejudo, el doctor Oro, le dijo al diario “La Prensa” en su edición del sábado siete de diciembre de 1912: “Su descaro, su manera de expresarse durante los interrogatorios que se le formulan, su afán de relatar hazañas, casi inverosímiles, si se considera su edad, revelan claramente que ese adefesio humano está envalentonado por la glorificación de sus propios crímenes”.


En 1906 sería el año del primer asesinato. María Rosa Face, de dos años de edad, fue estrangulada y enterrada viva en una zanja que cubrió con latas. Aunque, pasó desapercibido y solamente fue descubierto años después cuando él mismo lo confesó ante la policía.

A los diez años torturó gallinas, con once acuchilló a un caballo y a los doce prendió fuego una bodega de la calle Corrientes, la del tango de Gardel. Su padre no lo quiso tener consigo, así que lo encerraron durante tres años en la colonia de menores de Marcos Paz, a cincuenta kilómetros de Buenos Aires.
Cuando salió del reformatorio en 1912, vivió con sus padres en la calle General Urquiza 1970 en el barrio de Parque Patricios. Ese fue su peor año.



Orejas asesinas:

Atrajo a los chicos menores que él, ofreciéndose a jugar, o con golosinas, y entonces era cuando los llevaba a las casas abandonadas o baldíos para cometer sus crímenes.

En diciembre de 1912, tras ser detenido e interrogado, confesó cuatro homicidios y numerosas tentativas de asesinatos.

El cuerpo de Arturo Laurora fue descubierto en una casa puesta en alquiler en la calle pavón. Estaba descubierto, golpeado y semidesnudo, con un trozo de cordel atado alrededor del cuello. Si bien las investigaciones no conducen a ningún lado, Santos Godino confesará la autoría del crimen.

El siete de marzo quemó viva a la niña Reyna Bonita Vainikoff, de cinco años. Murió 16 días después en el Hospital de Niños del Doctor Pedro de Elizalde.

En el último crimen, la víctima fue Jesualdo Giordano. Fue golpeado y asesinado por estrangulación pero, además, atravesó su cabeza con un clavo. Luego cubrió el cuerpo con una chapa y se dirigió a la casa de su hermana. Minutos después, el padre del asesinado encontró el cadáver del niño de tres años.

Al fin del mundo:

Pasó diez años entre el Hospicio de las Mercedes (pabellón de alienados delincuentes) y la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras. En las instituciones aprendió a leer y escribir, a sumar y restar.

En 1923, se lo trasladó al Penal de Ushuaia, Tierra del Fuego donde ocupó la celda número 90. Allí se le concedió cadena perpetua por los crímenes e incendios ocasionados. Pasó el resto de su vida en las sombras, sin cartas ni visitantes.

Los médicos del penal, en los que el homicida cumplía su condena, se basaron en los estudios científicos de Lombroso (argumenta que una mente criminal es heredada y puede identificarse por los rasgos físicos) para tratar de descubrir de dónde venía el mal de aquella persona. Creían que en las orejas radicaba su maldad, por lo que le practicaron una cirugía estética para achicárselas.

Este tratamiento no tuvo ningún resultado. Y cuando pidió la libertad bajo fianza, se la negaron. Los informes médicos decían que era “un imbécil o un degenerado hereditario. Tiene un perverso instintivo, extremadamente peligroso para quienes lo rodean”. La operación fue auspiciada por el gobierno, que envió un equipo médico y un fotógrafo a Ushuaia.

En la cárcel del fin del mundo murió luego de ser golpeado salvajemente por otros presos. Había destripado a dos gatos que oficiaban de mascotas en el penal, y los reclusos no lo perdonaron. Según el certificado de defunción, "El Petiso Orejudo" falleció el 15 de noviembre de 1944 por una hemorragia interna causada por gastritis avanzada.

Murió sin confesar arrepentimientos.




Epígrafes de fotos:

-Cayetano Santos Godino sosteniendo una de sus armas letales.

-Una de las cuatro víctimas confesas: Jesualdo Giordano

-El petiso orejudo en la penitenciaría de Ushuaia

-Presidio de Ushuaia