Asesinos
Seriales
“SE
ACUERDAN DE MÍ, SOY CHIKATILO”
La
historia del asesino en serie más infame de la Unión Soviética, desde su niñez
hasta declararse culpable de 53 personas y ser condenado a muerte.
Fue el único asesino serial que se conoció
de la Unión Soviética. Andrei Romanovich Chikatilo vivió una doble vida: por un
lado fue un trabajador, padre de familia y miembro de la sociedad comunista del
momento; y por el otro, tuvo su lado oscuro, psicótico y asesino. Durante 12
años, llevó a realizar 53 asesinatos que le dieron el mote de “el carnicero de
Rostov”. Lo declararon culpable y fue ejecutado en un cuarto cerrado de un
balazo detrás del oído derecho.
La familia Chikatilo |
Para él, era un juego. De la misma
manera que otros juegan a las cartas, él jugó a asesinar. Vivió en una ciudad a
unos 800 kilómetros de Moscú, Rostov del Don. Allí atacó, principalmente, a sus
víctimas. Actuó en estaciones de ferrocarriles y de autobuses, básicamente. El
modus operandi era muy simple: abordaba a las víctimas mediante alguna artimaña,
se internaba con ellos en parajes solitarios (inclusive cerca de donde había
gente) y procedía al ataque. En algunos casos estudió a la presa durante días y
cuando se aprendía sus horarios, para cruzárselas por casualidad, ejecutaba el
golpe sin desaprovechar la ocasión.
Obtuvo gran habilidad para ganar la
confianza de los niños durante su docencia infantil, y aprendió, también, la
mejor técnica para noquear a las víctimas y evitar las salpicaduras de sangre.
En 1978, lo mandaron a dar clases a Shakhty (ciudad en Rostov) y mientras su
familia se muda, le quedó mucho tiempo libre. Comenzó a fantasear con los jóvenes
escolares que transitaron la calle. El 22 de diciembre, de ese mismo año, mató
por primera vez cuando tenía 42 años. Llevó a un cuarto en una calle oscura y
apartada a Yelena Zakotnova, una niña de nueve años de edad, e incapaz de
penetrarla utilizó el cuchillo como sustituto en el acto sexual. La sangre le
proporcionaba las erecciones inmediatas, y con cada puñalada notó que se
acercaba más al orgasmo. Se deshizo del cuerpo en un río cercano y, dos días
después, la policía encontró los restos en el río
Grushovka. A pesar de las pruebas en contra de Chikatilo, un sujeto llamado
Alexsander Kravchenko fue declarado culpable.
Antes de la detención final de “la
bestia roja”, muchos inocentes cayeron en manos de la ineficaz policía rusa. Los
investigadores daban por hecho que Chikatilo era miembro del partido y la
investigación llevada a cabo sirvió para purgar a muchos homosexuales (en esa
época, estaba prohibido serlo). La mayoría culpan a la incompetencia de las
autoridades soviéticas por negarse a admitir la existencia de un asesino en
serie en la comunidad socialista. ¿Qué pensaría el mundo? No podía existir una
persona, en la unión Soviética de Stalin, que llevase a cabo tales crímenes.
Eran reacios a admitir que estas violaciones podían ocurrir en un estado
comunista, y como vidriera del mundo comunista, fue mejor callarlo. En esa
época en que el estado controló los medios de producción y los medios de
comunicación, los reportes acerca de violaciones a menores de edad o asesinatos
en serie eran temas prohibidos. Se consideraba que tales muestra de
descomposición social existían, únicamente, en los países capitalistas de
occidente.
Pero no sólo las niñas y jovencitas
corrieron peligro, también a los niños varones le tocó sufrir las consecuencias
de la furia de Andrei. Poseyó propensión al destripamiento, la mutilación, el
canibalismo y el sadismo. Le sacó los ojos a la mayoría de sus víctimas a causa
de una superstición rusa a la que era muy apegado. Pensaba que lo último que
una persona, víctima de un asesinato, ve le queda grabada en los ojos.
Fotos tomadas la primera vez que estuvo en prisión |
Cuando la cuenta de cuerpos hallados
llegó a seis, la policía de Moscú tomó cartas en el asunto. La policía capturó
sospechoso tras sospechoso, generalmente retrasados mentales u homosexuales. Buravok
(especialista forense) estuvo convencido de que el maniático que buscaron tuvo
cierto tipo de personalidad demente, así que se apartó de los protocolos
oficiales y compartió parte de la información con algunos especialistas de
Moscú. Muchos no se interesaron pero Alexander Bukhanovsky le entregó un
informe en el que se describió la personalidad del posible asesino. “El asesino
era un sujeto entre 25
y 50 años, con una estatura alrededor del 1.75 metros, padecía alguna
disfunción sexual. Mutilaba a sus víctimas en parte por frustración y también
como excitación erótica. No era ni retrasado ni esquizofrénico puesto que tenía
la capacidad de planear y efectuar sus ataques. Era un hombre solitario y le
único involucrado en los crímenes”. Perfil que no sirvió hasta ser capturado e
interrogado por la policía.
Chikatilo estuvo detenido por primera
vez en 1984, pero cuando compararon el semen con la sangre encontrada en la
víctima no emparejaron y lo dejaron en libertad. Cuando lo interrogó el mayor
Zanasovsky se enteró que éste hablaba con las muchachas debido a que extrañaba
comunicarse con la gente joven. Esa vez lo dejó ir, aunque el Zanasovsky estaba
convencido de que había capturado al maniático. Libre, nuevamente, continuó con
sus crímenes. Para ese año, su cuenta se incrementó a 30 asesinatos
aproximadamente. Sin embargo, los investigadores tenían la certeza de que él
era la persona que buscaban.
Uno
de los últimos cadáveres fue hallado cerca de la estación de Leskhoz. Chikatilo
había asesinado a Sveta Korostik y ese día fue detenido en la estación al
regresar del bosque con algunas manchas de sangre en la cara y la ropa. Esa fue
la segunda vez que lo capturaron, y la última.
Los
reportes de los acontecimientos eran de conocimiento exclusivo, e informar al
público hubiera sido una propaganda contraproducente contra el régimen social
que dominaba la U.R.S.S. Pero no hacerlo, también, fue negativo. El asesino
transitó libre y cometió los crímenes con total impunidad. Después de actuar
impunemente por 12 años, fue descubierto en 1990.
Al final y al cabo, todos los
criminales terminaban confesando; pero no fue tan sencillo. Al principio, negó
todo acusando a la policía de levantar falsos cargos frente a su persona. Cada
vez que se le presentó información de sus crímenes dijo estar ese tiempo en su
casa con su esposa e hijos. Sin poder doblegarlo entre los 10 días en los que
se debía acusar al sospechoso, Kostoyev (procurador de la causa) y Burakov
decidieron llamar al doctor Bukhanovsky.
Algunas de las tantas víctimas de Chikatilo |
El doctor Bukhanovsky reconoció al
asesino que había perfilado en 1987 y luego de hablar con Chikatilo, éste
último le terminó confesando sus crímenes y abrió su oscuro mundo interior a la
policía. Habló sobre tiempos, lugares y detalles que condujo a los detectives,
acompañados del culpable, a recrear los eventos con muñecos y maniquíes. Él
mismo se llamó: “un error de la naturaleza, una bestia enfadada”.
El juicio se llevó a cabo el 14 de
abril de 1922 en la corte de Rostov. La cuenta final de víctimas quedó en 53
confirmados: 31 mujeres y 22 hombres. Al juez le tomó dos meses en llegar al
veredicto y declaró culpable a Chikatilo por los cargos de asesinatos y cinco
más por violaciones. Por todo eso, mereció la pena de muerte. Un día después de
llevarse al cabo el juicio y al ser rechazada la apelación, se ejecutó la
muerte del asesino serial de la Unión Soviética.
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