martes, 11 de diciembre de 2012

COLUMNA RADIO ESTACIÓN SUR 91.7

Seeeeeeeeeeeeee terminó el año de repasos!!

Hoy mas repasos que nunca, porque la columna se vistió de recopilación con una linea de tiempo con lo mejor del 2012!!

8 temas en épocas diferentes sirvieron para demostrar que Chuck Berry y el Negro Rada en algo tienen que ver (y no es en su color de piel)

Los clásicos de allá pero acá fueron:

Década del ´50

1965

1969

1977

1979

1988

1993

2000

Así cerramos el año, 8 temas en años diferentes y en época diferentes. Cambios de ritmos y cambios de moda en la columna más alegre de las radios comunitarios!

martes, 4 de diciembre de 2012

COLUMNA RADIO ESTACIÓN SUR 91.7

Ante última columna de los clásicos internacionales!!

Revivimos algunos de los plagios musicales más grandes en la historia de la música internacional!!

Sacamos caretas y los mandamos al frente, así de policía es esta columna.

Los tres temas "Ctrl+C Ctrl+V" que escuchaste son:

1º el comienzo
El robo

La posta
2º el ritmo
El robo

La posta
3º el que perdió el juicio por chorro
El robo

La posta

La semana que viene, hacemos un repaso por los que fueron los clásicos del 2012 que te volaron la peluca! 

lunes, 12 de noviembre de 2012

#8N: EL PLANETA DE LOS SIMIOS


Crónica #8N


—¡Vos sos gorila! —se escuchó una voz finita en el medio de Plaza de Mayo—. ¡Vos sos gorila! ¡Vos también sos gorila!

Dos personas con un celular estaban filmando un corto humorístico.

—Salgan de mi pasto gorilas —decía la misma voz finita—. ¡Gorilas no me pisen el césped!

La parodia “K” fue representada por un pingüino, tejido a mano, que recubría el dedo anular de la persona encargada en ponerle voz al personaje. Les gritaba a los marchantes que pasaban enfrente de él. El celular era la filmadora que utilizaban los dos jóvenes. 

—¡Dején de gritar gorilas, quiero ver la tele! 


Los colectivos ya no hacían su recorrido, se desviaban antes. No llegaban por la cantidad de personas que transitaban la 9 de Julio. El obelisco se observaba a lo lejos, pero a la gente no le importó. Caminaron desde dónde el transporte los dejaba. Primero lo hicieron por las afueras de la avenida y cuando tomaron confianza, cruzaron en diagonal y transitaron por los carriles centrales. 


Los primeros síntomas de la marcha se hicieron evidentes: un rubio de unos 25 años en ojotas y jean cortos sopló una corneta y levantó un papel blanco que decía: “Cristina, no te vayas con Chavez, andate conchuda”. 

Los últimos rayos de sol golpeaban las cabezas de los manifestantes. La temperatura era de unos 30º y pico, aunque fueran las 20:00 horas. Los camiones de los noticieros, arriba de las veredas, anticipaban la noticia. Antes de llegar al punto de reunión, los vendedores ambulantes ofrecían su mercancía: gaseosas, banderas argentinas, unos palitos que titilaban en diferentes colores (verde, rojo, azul y amarillo) y remeras negras con letras en verde del “#8N yo estuve presente” (una a $40, dos a $70 y tres a $100). 

El obelisco estaba cada vez más cerca y el griterío era ensordecedor. Unos pocos repartían banderitas de plástico de argentina, preguntando quién quería. Un fotógrafo profesional con una cámara “Nikon” fotografiaba a las personas que asistieron a la marcha. 

La sensación ambiental aumentaba. El pico blanco de fondo y el gentío recordaba el malestar de la convocatoria. “La mentira tiene patas cortas” se destacaba en un cartel blanco con la imagen tres pingüinos debajo. La marcha recién empezaba pero los pies ya estaban cansados. Era día laboral y la mayoría asistió al trabajo, como todos los días. 

Una señora mayor caminaba dificultosa con el bastón en una mano y una correa con un caniche blanco en la otra. Iba a paso lento y miraba dónde pisaba. Asustado por los fuegos artificiales, el perro se la hizo más difícil de lo que esperaba. Dio media vuelta y retornó a su casa mientras cantaba “si este no es el pueblo, el pueblo dónde está”. 

La gente avanzaba aunque los semáforos estaban en rojo. Carteles de todo tipo se levantaban cerca del monumento de punta blanco, lugar de encuentro: “Salarios sin impuestos”, “Ni Cuba, Ni Venezuela, Argentina”, “Como mujer me das vergüenza”. Los flashes de los celulares se fusionaban con los cánticos anti-k: “se va acabar, se va acabar, la dictadura de los k”. 

Los pocos que no cantaban eran los encargados de notificar cada suceso de la ida. Parado sobre una mini columna de cemento despintada (esas que se utilizan para que los autos no suban a las veredas), un señor de estatura media tenía una mochila sobre su robusto estómago. Con una de las manos sostenía dos banderines de argentina y, con la otra, el celular con las que les sacaba fotos al panorama. 

35 minutos después de la hora pactada para reunirse, se escuchó el himno nacional argentino. Lo cantaron todos los que se encontraban alrededor del Obelisco. Monumento que tenía escrito con un efecto de luces “Democracia SI, Re Re NO”. Aplausos y más aplausos desencadenaron al himno. Pero no terminó allí, esto recién empezaba. 


“La reelección, la reelección se va a la puta que lo parió”, sacudía los oídos de las personas y acompañó a un cartel bastante deteriorado que decía: “venimos porque tenemos legítimo derecho a manifestarnos, somos pueblo y somos soberanos!! Gente común que vive del trabajo!! Exigimos libertad que se respete nuestra constitución”. En un agujero, del medio de esta pancarta, dos manos morenas sostenían una cuchara de madera que golpeaba contra una cacerola. 

—La última vez que usé la cacerola fue en el 2001 —dijo el dueño de las manos. 






Con rumbo fijo: 

La multitud empezó a moverse luego de que tres mujeres gritaran por entre las personas: —A plaza de mayo. Eran las 20:45 y el Obelisco se empezó a quedar sólo. 

Por diagonal norte, avenida Saenz Peña, empezó el peregrinaje hacia la Plaza de Mayo. La masa avanzaba a paso corto pero sin empujarse. Los espacios no abundaban, pero los codos no se chocaban entre sí. Nadie se llevó puesto a nadie. El frente lo marcaban unos globos en el aire con los colores celeste y blanco. 

Los primeros puestos de comida se hicieron presentes, y el humo de las parrillas se mezcló con el olor a los perfumes caros. Hamburguesas y choripanes a $15 se vendían con rapidez, ya que las personas avanzaban mientras los consumidores atoraban el paso. 

El ruido del choque de botella de cervezas “Corona”, mezclados con los cánticos hicieron que una rubia, muy bonita, se tapara los oídos con los pulgares mientras caminaba. Esa fue una constante, hermosas mujeres asistieron a la jornada. Tez bronceadas, tacos, carteras de cuero, chupines, ojotas con plataforma, remeras que dejaban ver sus ombligos con pircings, polleras de jean, piernas sin celulitis, pelos teñidos, dentaduras blancas y perfectas, cortes de pelo modernos, camisas apretadas que contoneaban sus figuras, anillos brillantes, grandes aros, zapatillas de marca extranjera y celulares de alta gama. 

No faltaron los que se colgaban de los andamios de construcción y les chiflaban. Como eran pocos, el ruido se perdió entre las canciones de protesta que gritaban cuando veían una cámara de televisión trasmitiendo en vivo: “para cristina que lo mira por tv”. 

Pero las cámaras apuntaban a los carteles de las personas que tuvieron inventiva y se separaron del resto: “El país se hunde” enfatizaba sobre un flota-flota amarillo una señora gorda de vestido floreado y “No le temo a la Kristonita” sostenía un viejo de barba blanca. 

Mientras dos nenes chiquitos agitaban banderines y saltaban por la calle, la madre los agarró de la mano y los paró. Un colectivo casi vacío pasó tocando bocina incesantemente por entre la marcha. Unos policías le abrieron paso entre la muchedumbre y vieron, en la ventanilla del colectivo, a una señora transpirada y con el pelo atado, que le bajaba el pulgar a las personas de afuera. 


Plaza de reproches: 

Por segunda vez en la noche, se escuchó el himno al entrar en la Plaza de Mayo. El reloj marcaba 21:15 cuando llegaron a la plaza y se desató la furia. Griterío e insultos a través de un megáfono incitaron al público a sumarse al odio. La plaza se hizo chica y desbordaba de rencor. El tumulto se perfiló enfrente de la municipalidad de la ciudad, hasta que apareció la bandera y todos fueron contra la Casa Rosada. 

Carteles de “Lanata es pueblo” y sanguches de salame a $12 (con gaseosa) adornaban el lugar. Los mosquitos que salían del pasto fueron actores principales en la desdicha de los manifestantes. Nadie vendía repelente, se perdieron un negoción. 

Al lado de una parrilla tapada por camiones de canales de televisión, un señor grande, de estatura media y gorro de paja se secó el bigote canoso que estaba todo transpirado. Cantaba pero ya no tenía voz. El calor del asador le llegó al cuerpo e hizo que la camisa se le pegara a la espalda. La sensación térmica lo obligó a abrirse la camisa hasta el ombligo, de donde sobresalía un silbato en el cuello. 

—Gracias por traer a los Beatles a la marcha —le dijo a un joven periodista con la remera de los de Liverpool, mientras observaba la libreta que tenía en las manos. 

Otra vez sonó el himno nacional argentino, ya pasadas las 21:30. Cuando terminaron de cantarlo, repitieron tres veces “Argentina” alzando el puño al aire. Pero no fue lo único: “que se vayan todos, que no quede ni uno solo” colmó los oídos de un vendedor de algodones de azúcar que pasaba en bicicleta. Paró, para no caerse, y levantó unos de los tantos panfletos en los que las consignas eran claras: “Estamos cansado de: Inseguridad (queremos un país sin miedo), Re re elección (queremos un país con una democracia pluralista y libertad de expresión), Korrupación (queremos un país más transparente sin chorros en el poder, con justicia independiente) e Inflación (queremos un país sin pobreza. No se come con 6 pe)”. 

Siendo casi las 10 de la noche, una enorme bandera argentina se desplegó e inició una vuelta por toda Plaza de Mayo. Cientos de personas se ubicaron debajo del trapo celeste y blanco para hacerla avanzar. Hicieron hincapié en la Casa Rosada, donde una señora gorda y narigona golpeó el alambrado que los separaba de la edificación con una cuchara de madera. 

La bandera dio toda la vuelta y se dirigió, otra vez, al obelisco. 


Vuelta Obligada: 

“Yo te vote y tengo la sensación de que me equivoqué”, decía una pancarta sostenida por dos personas que sobresalían entre los que decidieron volver a la 9 de Julio. Él con las medias hasta los gemelos, de bermudas y camiseta blanca. Ella de babuchas negras, cartera de cuero que le corta el pecho y zapatillas Nike. Caminaron despacio tratando de saltear a la multitud que los acompañó en la vuelta. 

A medida que la marcha volvía al lugar de inicio, muchos se quedaron en los restaurantes aledaños sobre la avenida Saenz Peña. En la plaza, a lo lejos, se observaba un trencito de la alegría que llenaba los espacios de los que a las 22:15 desaparecieron. 

La vuelta fue distinta. Los cánticos eran pocos y los carteles no abundaban. Un joven, de unos 20 años, sostuvo en el aire un Ipad con una aplicación en la que una cuchara golpeaba una cacerola cuando tocaba la pantalla. Las manos alzadas ya no eran cosa común, y los kioskos se llenaron de personas que necesitaban hidratarse. Los tachos de basura desbordaban de botellitas, tanto adentro del mismo como en el piso y alrededores. 

Los flashes de las cámaras iluminaron la penumbra de la noche. El calor agobiante empezó a mermar y la gente estaba lista para irse. El Mc Donald´s enfrente del Obelisco se llenó de personas y se vendieron más hamburguesas que en los puestos de la calle. La gran bandera siguió camino al Bajo Flores donde no tuvo mucha convocatoria. 

Los colectivos retomaron, de a poco, su trayecto por la avenida principal y levantaron a las personas que se acercaron hasta el “#8N” a protestar. 



***Epígrafes:
-Camino a 9 de Julio

-9 de Julio en pleno apogeo

-La bandera que se desplegó en Plaza de Mayo

sábado, 10 de noviembre de 2012

COLUMNA RADIO ESTACIÓN SUR 91.7

Eeeeeeste martes vimos como la música tiene una concepción ancestral sensacional!


Repasamos los clásicos del Rock And Roll con la ayuda de los únicos tres personajes que están vivos desde los inicios del género: Chuck Berry, Litle Richard y Jerry Lee Lewis.

Los temas que te levantaron la mañana fueron:

El dios rockero de la guitarra

El negro con onda

El "killer" del piano

Todos los martes a eso de las 10:30am (o un poco más) disfrutas otra columna de clásicos internacionales por Clase Turista! 



¿PORQUÉ EN LA PAYANCA?


La masacre de “La Payanca”
LA ESTANCIA DE LAS MOSCAS
En una de las masacres más grande en la historia criminal y penal de la argentina, seis muertos y ningún culpable; 20 años y ninguna resolución.

—Yo estaba segura de que algo muy grave había pasado, porque las otras noches, un gallo canto tres veces; y eso, como todo el mundo sabe, es un aviso de que algo siniestro está por ocurrir —cuenta una anciana pobladora rural de General Villegas.

En el extremo noroeste de la provincia de Buenos Aires, a 465 kilómetros de Capital Federal, se encuentra el pueblo de General Villegas. Es una urbe pequeña; nada de arquitectura rebuscada, nada de lujo ni suntuosidad. Limita al Norte con las Provincias de Córdoba y Santa Fé, al sur con los partidos de Rivadavia y Carlos Tejedor, al Este con los Partidos de Florentino Ameghino y Carlos Tejedor y al Oeste con las provincias de Córdoba y La Pampa. El centro de la ciudad está densamente edificado. Hay mucho tráfico, multitud de gente, bullicio; la vida se hace en la calle. 


El partido de General Villegas está conformado por la ciudad cabecera homónimo y once localidades: Banderaló, Emilio V. Bunge, Cañada Seca, Coronel Charlone, Massey (Estación Elordi), Pichincha, Piedritas, Santa Eleodora, Santa Regina, Villa Saboya y Villa Sauze. La calle no es sino, mera calzada. Hay pocas aceras y los coches se entremezclan con la multitud rural. Todo avanza junto: peatones, automóviles, bicicletas, tractores; y también vacas y cabras. 


La Payanca: 

En la localidad de Elordi, en el partido bonaerense de General Villegas, a pocos kilómetros del casco urbano del pueblo, María Esther Etcheritegui de Gianoglio heredó “La Payanca”. Se crió desde muy chica con Arsénico Ochotego (padre adoptivo), un conocido estanciero que la llevó a vivir con él: la protegió, la cuidó y se desveló por ella hasta el día de su fallecimiento; no sin dejarle antes una sucesión. Siendo un poco más que una adolescente, obtuvo un campo ganadero de 700 hectáreas. 

Se casó, a los 21 años, con Alberto Gianoglio y tuvieron dos hijos: Claudia, la mayor, y José Luis. Vivían felices en la estancia hasta que Alberto comenzó a cortejar a la mujer de Horacio Ortíz, uno de los peones de La Payanca. 

—Mire patrón, me he enterado que usted le anda arrastrando el ala a mi señora. Y si no la deja tranquila me va a obligar a hacer algo que no quiero —advirtió el hombre de campo al padre de familia. 

Una tarde de 1985, Ortiz esperó al patrón en la tranquera y le disparó cinco veces; murió en el acto. Por este crimen, le dieron ocho años de prisión. Cumplió cuatro años en el penal de Junín y cuando salió en libertad condicional, nunca más se supo de él en el pueblo. 

Dos años después de la tragedia, Raúl Forte, un colono oriundo de Daireaux (Pcia. Buenos Aires) y padre de ocho hijos, se separó de su familia y formó pareja con la viuda María Esther. 

Muchos años después, el terror volvería a pisar “La Payanca” en una de las masacres más grande en la historia criminal y penal de la Argentina. Pero a diferencia del crimen de Gianoglio, la última encrucijada atraería a cientos de policías y decenas de periodistas de todo el país.


A sangre fría: 

En el establecimiento de 700 hectáreas, el sábado 9 de mayo de 1992, se encontraron seis cuerpos sin vida diseminados por todo el campo. Los cadáveres estaban en avanzado estado de putrefacción, por lo que la masacre pudo ocurrir entre el 1 y 2 de mayo. 

La policía fue alertada por un vecino que se acercó hasta la comisaría: Alberto Zunino. Éste vio como los animales se encontraban dispersos y sin rumbo fijo por todo el campo. En la estancia nadie hacía nada, eso lo inquietó. Cuando los uniformados se presentaron en la casona, nadie respondió. Un olor nauseabundo impregnaba el lugar. Allí no se podía respirar. 

Con la punta del borceguí, la policía empujó la puerta entornada de la cocina. Unos moscardones repugnantes revoleteaban por todo la casa, pero sobre todo por el cuerpo sin vida de María Esther Etcheritegui. Las moscas se encontraban en medio de un festín. Se apoderaron del lugar en el instante en que los asesinos se dieron a la fuga. 

A la vista de todos se veía que llevaba varios días muerta. La dueña de “La Payanca” estaba en el comedor y conservaba en sus manos los anillos de oro. Le pegaron dos balazos: el primero impactó en las costillas, y el segundo en la cabeza. Al caer, arrastró con ella la mesa de la televisión. 

Cuando encendieron la luz, descubrieron, no muy lejos de su madre, a José Luis Gianoglio. Estaba descalzo, con medias, jean y camisa a cuadrille de mangas largas. Lo habían golpeado duramente en la cara y en la cabeza, con una barra de hierro o una cachiporra. Además, tenía dos disparos: uno le perforó el cráneo y el otro le dio en una axila. A su lado, su billetera vacía. 

No eran los únicos. 

La patrulla, junto a dos vecinos, fue a revisar el galpón. Detrás de un catre, yacía Francisco Luna: un linyera que dormía en el lugar. Estaba golpeado y una bala le reventó el paladar, desfigurándole la cara. En el mismo cobertizo, hallaron dos gatos muertos a golpes (los asesinos colocaron uno junto a otro con las colas cruzadas formando una equis). 

El cuarto cuerpo lo localizaron en la tranquera. Raúl Forte no tenía ningún hueso de la cabeza sana: le dieron 10 garrotazos. Pero también, le facilitaron dos tiros en los costados. El cuerpo sin vida se encontraba con un jogging azul bajo hasta las rodillas y un buzo que le tapaba la cabeza; lo arrastraron y en esa acción se le bajaron los pantalones. 

Cerca del marido de la dueña, otro muerto: Javier gallo. Al empleado de la estancia una detonación le atravesó el antebrazo derecho y le dio en el ojo cuando intentó protegerse. El tiro de gracia le pegó en la cabeza. A su lado, una barra de hierro de 90 centímetros de largo, seis de diámetro y de unos 10 kilos de peso. 

El último, a 250 metros de los cadáveres de Forte y Gallo, dentro del maizal, estaba Hugo Omar Reid. A este otro empleado lo mataron de dos tiros en la cabeza. A un costado, un bolso con sus cosas en alusión a una posible huída. 

¿Quién fue? Parece ser la pregunta del millón. El múltiple asesinato tuvo cuatro detenidos (José Alberto “Ruso Kuhn, Carlos “Manito” Fernández, Jorge “Satanas” Vera y Julio “El Loco” Yalet) pero ninguno de ellos fue encontrado culpable. Por falta de pruebas, todos fueron liberados. 

Nunca nadie supo quienes fueron los encargados de proveerle la comida a las moscas. 



***Epígrafes de las fotografías:
-Estación de trenes Elordi 

-Dos policías saltando las rejas de “La Payanca”

-Catre en el que se encontró el cuerpo del linyera

martes, 30 de octubre de 2012

RADIO ESTACIÓN SUR 91.7

Vooooolvimos y fuimos millones!

Hoy en Clase Turista con los clásicos internacionales nos volvimos más latinoamericanos que nunca.

Hubo fiesta latinoameriana y repasamos, de paso, estos tres grandes!

El "Puma"

El "Negro"

La "Negra"

El martes que viene sigue los clásicos de mi mano. Todo por Radio Estacion Sur

domingo, 21 de octubre de 2012

LOS MALNACIDOS


Mente Criminal
INSTINTO ASESINO
Cesare Lombroso, fundador de la escuela italiana de criminología positivista, argumentó que una mente criminal es heredada y puede identificarse por los rasgos físicos.

—¿Qué es? —preguntó la mujer que acababa de dar a luz. 

—Es un asesino —le respondió el doctor tomando al recién nacido de los pies y cabeza abajo.

A partir de 1876 y con la publicación del “Tratado Antropológico Experimental del Hombre Delincuente”, Cesare Lombroso estableció una tipología que fundamentó las causas de la criminalidad a partir de una serie de anomalías físicas y mentales. “El criminal nace con diferencias del sujeto normal”, esa fue una de las frases que utilizó el médico y criminólogo italiano para justificar su teoría. 

En sus escritos afirmó que algunos criminales representaron un retroceso a etapas pasadas y más primitivas de la evolución del ser humano. ”El hombre delincuente” es algo así como el eslabón perdido en la evolución de la especie: el simio se transformó en hombre, pero queda un pequeño espacio en dónde éste no llegó a evolucionar adecuadamente, por lo que se quedó en una etapa intermedia entre el simio y el hombre. La conclusión es que no es un hombre común por sus rasgos morfológicos y psíquicos, constituyendo a un tipo especial. 


Clasificación de los delincuentes: 

Para Lombroso, existieron distintos tipos de delincuentes que se dividieron en seis categorías: Nato (atavismo), loco moral (morbo), epiléptico (epilepsia), loco (pazzo), ocasional y pasional. 

1. El delincuente nato era el que gira sobre la idea de estigmas de origen atávico (hereditario) o degenerativo. Se basó en que la constitución biológica de ciertas personas les lleva inexorablemente a la delincuencia. Presentaba rasgos como ser: protuberancia en la frente, pómulos y mentón saliente, labios partidos y algunas veces microcefalia. Era imputable. 

2. El delincuente loco moral era indiferente afectivo y, cuando entraban en confrontación con la ley, se transformaban en odio, venganza, ferocidad y en la convicción de tener derecho a hacer el mal. Impedía o perturbaba la normal valoración de la conducta desde el punto de vista moral. Se los destacó por su corpulencia física, astucia, precocidad sexual, perversión afectiva y su inteligencia natural intacta. Es imputable. 

3. El delincuente epiléptico sufría de epilepsia y cometía, a causa de esta enfermedad, un delito. Era violento y agresivo, pero cuando cometían delitos graves, no experimentaban ningún tipo de remordimiento. Es inimputable. 

4. El delincuente loco era aquel en que el delito era una manifestación de una anomalía mental, de su individualidad psíquica anormal. Se dividía entre mattoide (alineado), alcohólico e histérico. El primero se refiería a una “casi” locura; el segundo a la utilización del alcohol como excitante que paralizaba los sentimientos más nobles y transformaban al cerebro más sano; y la tercera pertenecía a un carácter muy cambiante, lo que los hace iracundos y crueles, con una gran tendencia a mentir. 

5. El delincuente ocasional era el que cae en la infracción por razones insignificantes. Eran poco o nada peligrosos y generalmente estaban exentos de defectos psicológicos, pero eran susceptibles a convertirse en habituales. Tenía tres divisiones dependiendo del acto realizado: pseudo-criminal, donde las circunstancias hacían que cometa el delito; criminaliodes, persona que estaba comenzando a delinquir por sugestión del ambiente; y habituales, los que llegaban a constituir un tipo permanente de personalidad criminal. Son imputables. 

6. El delincuente pasional era el que el delito prorrumpe tempestuosamente en el psíquico, anulaba la voluntad e impedía la sana y normal recepción de los acontecimientos. Para saber si podían ser imputables o inimputables se requería de un atento análisis psicológico. 

Si bien sus teorías gozaron de influencias, fueron perdiendo énfasis a medida que las teorías de las influencias ambientales reemplazaron las hipótesis de las causas hereditarias o congénitas de la criminalidad. 


La ciencia del crimen: 

La crudeza que se observó en las teorías pudo deberse a la tendencia positivista a despojar del discurso científico de toda otra consideración aparte de la mera descripción de la realidad, eludiendo los juicios morales o sentimentales. 

El positivismo como corriente filosófica afirmó que el único conocimiento auténtico es el científico; a partir del 15 de abril de 1876 se fundó, de la mano de Lombroso, la escuela positivista italiana. Se tomó esa fecha como oficial por la publicación del “tratado antropológico experimental del hombre delicuente”. El autor cambió el enfoque del delito como ente jurídico para dirigirlo hacia el delincuente como hecho observable. Colocó al malhechor como fenómeno patológico, respecto del cual sostiene la existencia de una predisposición anatómica para delinquir, por lo que afirmó la existencia de un delincuente nato. 

Originalmente, Lombroso no buscaba una teoría crimino-genética, sino un criterio diferencial entre el enfermo mental y el delincuente. Pero, a partir del estudio de un famoso delincuente de su época, se topó con el descubrimiento de que su cráneo presentó ciertas anormalidades que fueron comunes entre otros malhechores. Todo esto principió a elaborar lo que él llamaría “Antropología Criminal”, donde se desarrolló la criminología. 

Dentro de la escuela positivista, se pudo distinguir las tres tendencias que correspondían a cada uno de sus máximos exponentes. Así, Cesar Lombroso en la «Fase Antropológica», Enrico Ferri (político y estudiante de Lombroso que, a diferencia de éste, investigó los factores sociales y económicos que motivaban a los delincuentes) en la Sociología y, como el primero de todos no fue un jurista, Raffaele Garófalo completó el trío positivista y fue quién le dio trascendencia jurídica a las teorías. 

Aunque la participación que Ferri tuvo en la política italiana ayudó a la consolidación de las conjeturas, Garófalo acuñó el término «criminología» a partir de su obra "Criminología: estudio sobre el delito, sobre sus causas y la teoría de la represión" en 1885. Para éste último, los criminales poseían una anomalía moral y psíquica, una especie de «lesión ética» (también referida por Ferri) que sería la responsable de la práctica de actos delictivos. Su gran preocupación fue la aplicación de la teoría a la práctica, tanto en el aspecto legislativo como en el judicial. Así, hizo el primer esquema de las penas de acuerdo a la clasificación del delincuente y no al delito. 

Igualmente, por las faltas de pruebas contundentes como una ciencia viable en la explicación de los delitos, este tipo de criminología quedó descartada desde los finales de los 90´s.




***Epígrafes: 

-Dibujo sobre Cesare Lombroso, de la “revista americana de las revisiones” (1909). 

-Figuras del libro “el hombre delincuente” en que se representan la fisonomía típica de un ladrón. 

-Retrato de Enrico Ferri 

-Retraro de Raffaele Garófalo

sábado, 20 de octubre de 2012

UN METRO Y MEDIO DE MALDAD


Asesinos múltiples
LE ENTRA POR UNA OREJA Y LE SALE POR LA OTRA
Cayetano Santos Godines, más conocido como el petiso orejudo, desde la infancia fue un hombre con instinto asesino que pasó a la historia criminal argentina.


“Esta es la historia 
de un asesino porteño.

Tenía 19 años y parecía 10 
Lo llamaban el petiso orejudo 
Creía que hacía el bien, 
mataba a los niños sin mirar a quién.

Pobre petiso orejudo... 
quiso crecer y no pudo 
Pobre petiso orejudo... 
¡quiso crecer y no pudo!” 

Patricio Rey y sus redonditos de ricota 

En 1904, a los siete años, empezó con su primera travesura. Tomó de la mano a un niño de 21 meses y lo llevó a un baldío en la calle Estados Unidos, allí lo golpeó y lo arrojó sobre espinas. El vigilante de la esquina se llevó al agresor a la comisaría y salvó al pequeño Miguel de Paoli. Cuando el padre lo fue a buscar todo quedó como “una pelea de chicos”. 

Cayetano Santos Godino concurrió a varias escuelas entre los cinco y diez años, pero fue expulsado de todas. Casi nunca asistió al colegio y se pasó vagando por las calles. No supo leer ni escribir, tan solo su firma y conoció los números hasta 100. Poseyó una suma de conocimientos muy generales y sus estados de conciencia contuvieron normalmente, todos los elementos menos uno, fundamental que le desequilibra, el afectivo, que es algo así como el timón de la conducta. 

Escuálido, cabezón y medio tonto, le crecieron unos brazos desmesurados con los que se podía subir los calcetines sin doblar la espalda. Su par de grandes orejas de murciélago hicieron que los paisanos del Parque Patricios lo llamasen “El Petiso Orejudo”.

El juez de instrucción, encargado de los asesinatos del petiso orejudo, el doctor Oro, le dijo al diario “La Prensa” en su edición del sábado siete de diciembre de 1912: “Su descaro, su manera de expresarse durante los interrogatorios que se le formulan, su afán de relatar hazañas, casi inverosímiles, si se considera su edad, revelan claramente que ese adefesio humano está envalentonado por la glorificación de sus propios crímenes”.


En 1906 sería el año del primer asesinato. María Rosa Face, de dos años de edad, fue estrangulada y enterrada viva en una zanja que cubrió con latas. Aunque, pasó desapercibido y solamente fue descubierto años después cuando él mismo lo confesó ante la policía.

A los diez años torturó gallinas, con once acuchilló a un caballo y a los doce prendió fuego una bodega de la calle Corrientes, la del tango de Gardel. Su padre no lo quiso tener consigo, así que lo encerraron durante tres años en la colonia de menores de Marcos Paz, a cincuenta kilómetros de Buenos Aires.
Cuando salió del reformatorio en 1912, vivió con sus padres en la calle General Urquiza 1970 en el barrio de Parque Patricios. Ese fue su peor año.



Orejas asesinas:

Atrajo a los chicos menores que él, ofreciéndose a jugar, o con golosinas, y entonces era cuando los llevaba a las casas abandonadas o baldíos para cometer sus crímenes.

En diciembre de 1912, tras ser detenido e interrogado, confesó cuatro homicidios y numerosas tentativas de asesinatos.

El cuerpo de Arturo Laurora fue descubierto en una casa puesta en alquiler en la calle pavón. Estaba descubierto, golpeado y semidesnudo, con un trozo de cordel atado alrededor del cuello. Si bien las investigaciones no conducen a ningún lado, Santos Godino confesará la autoría del crimen.

El siete de marzo quemó viva a la niña Reyna Bonita Vainikoff, de cinco años. Murió 16 días después en el Hospital de Niños del Doctor Pedro de Elizalde.

En el último crimen, la víctima fue Jesualdo Giordano. Fue golpeado y asesinado por estrangulación pero, además, atravesó su cabeza con un clavo. Luego cubrió el cuerpo con una chapa y se dirigió a la casa de su hermana. Minutos después, el padre del asesinado encontró el cadáver del niño de tres años.

Al fin del mundo:

Pasó diez años entre el Hospicio de las Mercedes (pabellón de alienados delincuentes) y la Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras. En las instituciones aprendió a leer y escribir, a sumar y restar.

En 1923, se lo trasladó al Penal de Ushuaia, Tierra del Fuego donde ocupó la celda número 90. Allí se le concedió cadena perpetua por los crímenes e incendios ocasionados. Pasó el resto de su vida en las sombras, sin cartas ni visitantes.

Los médicos del penal, en los que el homicida cumplía su condena, se basaron en los estudios científicos de Lombroso (argumenta que una mente criminal es heredada y puede identificarse por los rasgos físicos) para tratar de descubrir de dónde venía el mal de aquella persona. Creían que en las orejas radicaba su maldad, por lo que le practicaron una cirugía estética para achicárselas.

Este tratamiento no tuvo ningún resultado. Y cuando pidió la libertad bajo fianza, se la negaron. Los informes médicos decían que era “un imbécil o un degenerado hereditario. Tiene un perverso instintivo, extremadamente peligroso para quienes lo rodean”. La operación fue auspiciada por el gobierno, que envió un equipo médico y un fotógrafo a Ushuaia.

En la cárcel del fin del mundo murió luego de ser golpeado salvajemente por otros presos. Había destripado a dos gatos que oficiaban de mascotas en el penal, y los reclusos no lo perdonaron. Según el certificado de defunción, "El Petiso Orejudo" falleció el 15 de noviembre de 1944 por una hemorragia interna causada por gastritis avanzada.

Murió sin confesar arrepentimientos.




Epígrafes de fotos:

-Cayetano Santos Godino sosteniendo una de sus armas letales.

-Una de las cuatro víctimas confesas: Jesualdo Giordano

-El petiso orejudo en la penitenciaría de Ushuaia

-Presidio de Ushuaia

martes, 18 de septiembre de 2012

RADIO ESTACIÓN SUR 91.7

Today! repasamos en Clase Turista los clásicos internacionales, esos que te volaron la peluca y te bajaron los calzoncillos!

Con el tópico matutino basado en los Simpsons pintamos de amarillo la frecuencia radial. AHOORA! que tiene que ver los Simpsons con los clásicos internacionales? En muchos de los 500 y pico de los capítulos se pasan partes de clásicos a los que hace varios años venimos tratando de recordate!

Por eso, estos tres temas:




El martes que viene hay más clásicos por los siglos  de los siglos, amén!

ASESINOS SERIALES: CHIKATILO


Asesinos Seriales
SE ACUERDAN DE MÍ, SOY CHIKATILO
La historia del asesino en serie más infame de la Unión Soviética, desde su niñez hasta declararse culpable de 53 personas y ser condenado a muerte.

         Fue el único asesino serial que se conoció de la Unión Soviética. Andrei Romanovich Chikatilo vivió una doble vida: por un lado fue un trabajador, padre de familia y miembro de la sociedad comunista del momento; y por el otro, tuvo su lado oscuro, psicótico y asesino. Durante 12 años, llevó a realizar 53 asesinatos que le dieron el mote de “el carnicero de Rostov”. Lo declararon culpable y fue ejecutado en un cuarto cerrado de un balazo detrás del oído derecho.
La familia Chikatilo
         Para él, era un juego. De la misma manera que otros juegan a las cartas, él jugó a asesinar. Vivió en una ciudad a unos 800 kilómetros de Moscú, Rostov del Don. Allí atacó, principalmente, a sus víctimas. Actuó en estaciones de ferrocarriles y de autobuses, básicamente. El modus operandi era muy simple: abordaba a las víctimas mediante alguna artimaña, se internaba con ellos en parajes solitarios (inclusive cerca de donde había gente) y procedía al ataque. En algunos casos estudió a la presa durante días y cuando se aprendía sus horarios, para cruzárselas por casualidad, ejecutaba el golpe sin desaprovechar la ocasión.
         Obtuvo gran habilidad para ganar la confianza de los niños durante su docencia infantil, y aprendió, también, la mejor técnica para noquear a las víctimas y evitar las salpicaduras de sangre. En 1978, lo mandaron a dar clases a Shakhty (ciudad en Rostov) y mientras su familia se muda, le quedó mucho tiempo libre. Comenzó a fantasear con los jóvenes escolares que transitaron la calle. El 22 de diciembre, de ese mismo año, mató por primera vez cuando tenía 42 años. Llevó a un cuarto en una calle oscura y apartada a Yelena Zakotnova, una niña de nueve años de edad, e incapaz de penetrarla utilizó el cuchillo como sustituto en el acto sexual. La sangre le proporcionaba las erecciones inmediatas, y con cada puñalada notó que se acercaba más al orgasmo. Se deshizo del cuerpo en un río cercano y, dos días después, la policía encontró los restos en el río Grushovka. A pesar de las pruebas en contra de Chikatilo, un sujeto llamado Alexsander Kravchenko fue declarado culpable.
         Antes de la detención final de “la bestia roja”, muchos inocentes cayeron en manos de la ineficaz policía rusa. Los investigadores daban por hecho que Chikatilo era miembro del partido y la investigación llevada a cabo sirvió para purgar a muchos homosexuales (en esa época, estaba prohibido serlo). La mayoría culpan a la incompetencia de las autoridades soviéticas por negarse a admitir la existencia de un asesino en serie en la comunidad socialista. ¿Qué pensaría el mundo? No podía existir una persona, en la unión Soviética de Stalin, que llevase a cabo tales crímenes. Eran reacios a admitir que estas violaciones podían ocurrir en un estado comunista, y como vidriera del mundo comunista, fue mejor callarlo. En esa época en que el estado controló los medios de producción y los medios de comunicación, los reportes acerca de violaciones a menores de edad o asesinatos en serie eran temas prohibidos. Se consideraba que tales muestra de descomposición social existían, únicamente, en los países capitalistas de occidente.
         Pero no sólo las niñas y jovencitas corrieron peligro, también a los niños varones le tocó sufrir las consecuencias de la furia de Andrei. Poseyó propensión al destripamiento, la mutilación, el canibalismo y el sadismo. Le sacó los ojos a la mayoría de sus víctimas a causa de una superstición rusa a la que era muy apegado. Pensaba que lo último que una persona, víctima de un asesinato, ve le queda grabada en los ojos.
Fotos tomadas la primera vez que estuvo en prisión
         Cuando la cuenta de cuerpos hallados llegó a seis, la policía de Moscú tomó cartas en el asunto. La policía capturó sospechoso tras sospechoso, generalmente retrasados mentales u homosexuales. Buravok (especialista forense) estuvo convencido de que el maniático que buscaron tuvo cierto tipo de personalidad demente, así que se apartó de los protocolos oficiales y compartió parte de la información con algunos especialistas de Moscú. Muchos no se interesaron pero Alexander Bukhanovsky le entregó un informe en el que se describió la personalidad del posible asesino. “El asesino era un sujeto entre 25 y 50 años, con una estatura alrededor del 1.75 metros, padecía alguna disfunción sexual. Mutilaba a sus víctimas en parte por frustración y también como excitación erótica. No era ni retrasado ni esquizofrénico puesto que tenía la capacidad de planear y efectuar sus ataques. Era un hombre solitario y le único involucrado en los crímenes”. Perfil que no sirvió hasta ser capturado e interrogado por la policía.
         Chikatilo estuvo detenido por primera vez en 1984, pero cuando compararon el semen con la sangre encontrada en la víctima no emparejaron y lo dejaron en libertad. Cuando lo interrogó el mayor Zanasovsky se enteró que éste hablaba con las muchachas debido a que extrañaba comunicarse con la gente joven. Esa vez lo dejó ir, aunque el Zanasovsky estaba convencido de que había capturado al maniático. Libre, nuevamente, continuó con sus crímenes. Para ese año, su cuenta se incrementó a 30 asesinatos aproximadamente. Sin embargo, los investigadores tenían la certeza de que él era la persona que buscaban.
Uno de los últimos cadáveres fue hallado cerca de la estación de Leskhoz. Chikatilo había asesinado a Sveta Korostik y ese día fue detenido en la estación al regresar del bosque con algunas manchas de sangre en la cara y la ropa. Esa fue la segunda vez que lo capturaron, y la última.
Los reportes de los acontecimientos eran de conocimiento exclusivo, e informar al público hubiera sido una propaganda contraproducente contra el régimen social que dominaba la U.R.S.S. Pero no hacerlo, también, fue negativo. El asesino transitó libre y cometió los crímenes con total impunidad. Después de actuar impunemente por 12 años, fue descubierto en 1990.
         Al final y al cabo, todos los criminales terminaban confesando; pero no fue tan sencillo. Al principio, negó todo acusando a la policía de levantar falsos cargos frente a su persona. Cada vez que se le presentó información de sus crímenes dijo estar ese tiempo en su casa con su esposa e hijos. Sin poder doblegarlo entre los 10 días en los que se debía acusar al sospechoso, Kostoyev (procurador de la causa) y Burakov decidieron llamar al doctor Bukhanovsky.
Algunas de las tantas víctimas de Chikatilo
         El doctor Bukhanovsky reconoció al asesino que había perfilado en 1987 y luego de hablar con Chikatilo, éste último le terminó confesando sus crímenes y abrió su oscuro mundo interior a la policía. Habló sobre tiempos, lugares y detalles que condujo a los detectives, acompañados del culpable, a recrear los eventos con muñecos y maniquíes. Él mismo se llamó: “un error de la naturaleza, una bestia enfadada”.
         El juicio se llevó a cabo el 14 de abril de 1922 en la corte de Rostov. La cuenta final de víctimas quedó en 53 confirmados: 31 mujeres y 22 hombres. Al juez le tomó dos meses en llegar al veredicto y declaró culpable a Chikatilo por los cargos de asesinatos y cinco más por violaciones. Por todo eso, mereció la pena de muerte. Un día después de llevarse al cabo el juicio y al ser rechazada la apelación, se ejecutó la muerte del asesino serial de la Unión Soviética.