Ya querían que empiece a hablar. Como a la mayoría de los padres les pasa, intentaban que diga “Papá” o “Mamá”. Era una carrera contra el orgullo. Pareciese que la primer palabra es “el todo” para los padres. Si hubiera tenido una filmadora hubiese estado más vigilado que en la casa de Gran Hermano. Finalmente comencé a hablar, en realidad no era hablar, yo lo llamaría repetir.
Uno repite lo que le dicen. Hace un sonido parecido al habla pero no es palabra. En este punto es esencial la interpretación de cada familiar. Que quiero decir con esto, algunos capaz que escuchan “Papá” otros “Papa” otros “Tata” y así a como la imaginación y las ganas de ser nombrados que tenga cada ser cercano al nuevo bebé.
Como todo proceso requiere de práctica. Lo que eran en un principio letras sueltas eran, ahora, palabras sueltas. La asociación es imprescindible. Te gana por cansancio. Al principio con objetos de nombres graciosos: “guau-guau” (perro), “miau” (Gato), “Tutú” (auto) y así con una seguidilla alucinante. Si hubiera sabido escribir pudo haber logrado un diccionario para bebés.
En fin, me señalaron un objeto e intenté, nuevamente, hablar. Al principio, en realidad, sólo balbucié. Separé por letras y las pronuncié una por una, como pude. Las intenté juntar pero todavía no tenían sentido para mí. Estaba repitiendo, no mucho más esfuerzo del que hace un loro. Igualmente lo seguí intentando. No interpretar lo que yo decía en voz alta no era un impedimento. Quería hablar, decir algo; esa era mi motivación.
Después llega el momento crucial en la vida de la familia; cuando ese bebe, ese nene, comienza a poder hablar (ojo no confundirse con poder mantener una conversación). Prácticamente eran monólogos por parte del más chico. Ahí sí que abría la boca. Pero una vez que la abría no se cerraba, salvo que sea para comer.
Y como si fuera poco llegó, también, la etapa de la interrogación.
¿Por qué? decía y repetía, ¿Por qué?. Era la pregunta que más utilizaba por aquella época (también “-¿Cuánto falta para llegar?” en viajes de auto pero, esa, ya es otra historia). La respuesta venía, la mayoría de las veces, pero después de preguntar tantas veces ¿Por qué? llegaba el momento de agotamiento mental por parte de mi escucha e inevitablemente concluía la charla con el “-Porque sí y basta”. Cortante y explicativo a la vez. En ese momento uno se molesta, hace puchero con la cara y se lanza a gritar. Ahora se ve más claro, cuantos ¿Por qué? sin sentido aceptarían ustedes.
Por fin llegó el colegio. El alivio de los padres. Ahora tenía como entretenerme. Fastidiar a las maestras con preguntas incesantes. Era un fastidio involuntario. No entendía que tantas preguntas seguidas pueden molestar. Uno cree que le enseñan a hablar para hablar todo el tiempo. Pero en realidad, el arte de hablar, funciona mejor si encontrás los momentos justo en los cual hay que callarse.
Con la educación te entretienen. Así me tienen hace 18 años: Jardín, primaria, secundaria y, como si fuera poco, elegí seguir “entreteniéndome” con la Facultad.
Ahora, y después de tanto trabajo, lo único que quieren es que deje de hablar.
"Pavadas con corbata" se contenta con la llegada de un blog con buen periodismo como el de "De apurados está lleno el cementerio".
ResponderEliminarMuy bueno el blog Mati!!!
ResponderEliminarLas notas que escribiste son interesantes y originales, seguí poniéndole pilas que esta buenísimo!!
Abrazo
Cualquier boludo tiene un blog, pero vamos a bancarnos entre nosotros así subimos al escalón de la fama. Abrazo picarón!
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